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El amor era otra palabra. Hace eco en nosotros como algo difuso. Nuestra cultura nos ha construido una moral incongruente. El amor romántico sigue cultivando generaciones y vendiendo hits a la velocidad de un abrir y cerrar de redes. Para consumar hay que producirse y exhibirse, ser consumible en los catálogos virtuales. Una aplicación es capaz de mariposear nuestro estómago con un emoticón, mientras nos desechan deslizando un dedo. Masificamos y banalizamos el uso de los símbolos. Estetizamos un amor descartable.
Esta muestra es un legajo de detalles de experiencias con una nota en común; el contacto con el otro no permanece . Cada ritual que a lo lejos, se dibuja en la costumbre del circular de encuentros efímeros. En esta ocasión, invito al público a citarme; si, a una cita, a compartir un encuentro conmigo utilizando el espacio-museo como un nuevo dispositivo para conocerse. El amor se pierde o se encuentra mientras desdibuja sus límites?